Cuatro chicos. Los mismos chicos 4 años después. Una rebeldía domada por la maquinaria del marketing de los primeros años, frente a su último concierto, cargado de nostalgia y con un cierto sabor agridulce. Todos uniformados frente a anarquismo en el vestir. Pelo a flequillo frente a largas cabelleras y pobladas barbas. Y sólo son 4 años. 4. ¿y que son 4 años en la mayoría de las vidas de la gente? Muy poco tiempo.
Shea Stadium, New York, 15 de agosto de 1965.
Lo que se ha dado en llamar el concierto que supone el pistoletazo de salida de aquello a lo que tan acostumbrados estamos hoy: los conciertos multitudinarios en recintos deportivos. Ese día estos muchachitos que vendían discos como churros, que un año después dirían aquello de que eran más famosos que Jesucristo, reunieron en este estadio de béisbol a más de 55.000 personas, algo que no se había conseguido hasta la fecha en la historia de la música. Y de esas 55.000 personas, al menos 50.000 de ellas en un estado que podría considerarse casi de enajenación mental transitoria, a tenor de las imágenes y del sonido recogido en el concierto, en el sumun del llamado “fenómeno fan”. Enloquecidas “groupies” encaramadas a las vallas hasta el punto de vencerlas, chiquillas poniendo a prueba sus sesenteros peinados a base de maniáticos tirones de pelos, una madre que reparte klinnex a diestro y siniestro, buscando apaciguar en parte unas lágrimas infinitas, carreras, desmayos, saltos hacia el campo en busca de estar más cerca de la causa de tanto lamento, de tanto sufrimiento desbocado.Eso en las imágenes. El sonido es, si acaso, más ilustrativo de esta histeria reunida sin precedentes. De principio a fin. Desde que salen por el túnel de vestuarios, hasta que se van por donde vinieron. En alguna imagen de su entrada al escenario puede verse como algún policia se tapa los oídos al no aguantar el estruendo. “Ladies and gentleman….honored by their country, decorated by their Queen, and loved here in
Azotea de los estudios Apple, Londres, 30 de Enero de 1969.
En un frío mediodía londinense, los que primero fueron amigos, después millonarios, y ahora casi extraños, escribían aquí el último capítulo de su historia como grupo, un grupo herido de muerte desde hacía tiempo, y cuyo destino parecía escrito desde su génesis. Teniendo en cuenta sus personalidades tan dispares, su talento desmedido, su acelerada e intensa vida, su final no podía ser otro que este. Las diferencias eran cada vez mayores, las discusiones cada vez más fuertes, todo ello con la inestimable colaboración de Yoko Ono, cuya figura no hizo más que enturbiar una relación ya de por sí insostenible para un conjunto que había alcanzado todas las metas habidas y por haber. Era una banda muerta por el éxito. A pesar de todo esto, y con el fin de grabar unos temas en directo para la película “Let it be”, dejaron sobre esta azotea una nueva muestra de lo que mejor sabían hacer: música. “Dig a pony”, “I’ve got a feeling”, “One after
PD. Quiero unos pantalones verdes y un abrigo de pelo como el de George.......impagable.
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